Anoche
mientras dormía te vi. Sé que fue un sueño, pero me dio mucho gusto ver tu
rostro otra vez.
Ha pasado
casi un año desde que mi abuelita falleció. Ya han sido ocho meses para ser
exactos y la semana pasada habría sido su cumpleaños 83.
Recuerdo
ese día como si fuera ayer. Recibí una llamada de mamá. Era de noche y no estoy
tan acostumbrado a que me llame (nunca habíamos sido muy cercanos; sin embargo,
últimamente nuestra relación ha mejorado). La escuché un poco alterada y por
obvias razones asumí que algo pasaba.
Mi abuela
se encontraba en el hospital siendo intervenida por una apendicitis que al parecer
había causado mucho daño. Una sección de su intestino se encontraba muy dañada
y fue necesario extirpar esa zona. Como es costumbre cuando alguien de la
familia es operado, mis tíos se encontraban en el quirófano. Uno de ellos, que
es cirujano, se percató que había algo extraño en la pieza que se había
retirado, por lo que decidieron analizarla.
Se le
diagnosticó cáncer. Todos sabíamos que los meses siguientes serían muy
difíciles.
Era
mi cumpleaños y fui a visitar a mi abuelita mientras se encontraba en
recuperación. Jamás pensé que esa sería la última vez que la vería con vida. Recuerdo
bien ese sábado 19 de junio. Ella se quejaba por el dolor post operatorio y
todos la animábamos para que se recuperara. Estuve con ella media hora y me fui
a celebrar mi cumpleaños. Al día siguiente quise ir a despedirme, pues
regresaría por la noche a la ciudad y no la vería en tres semanas siguientes.
Era viernes.
Mi mamá me había llamado unos días antes para decirme que mi abuelita había
entrado a terapia intensiva. Al parecer una bacteria o virus (no puedo
recordarlo bien) había atacado sus pulmones y se encontraba grave. Ese viernes
mi mamá me llamó para decirme que los doctores habían decidido que sería mejor
desconectarla. Su vida se había reducido a las próximas horas.
Parece
que fue ayer. Desayunaba con mi novia cuando recibí esa llamada. No tardé más
de cinco minutos en tomar un taxi con dirección a la terminal de autobuses. Abordé
un camión a Orizaba Veracruz. Llevaba media hora de haber salido de la ciudad
cuando me avisaron que había fallecido.
Un día
antes pedí que Dios terminara su sufrimiento si es que era lo mejor para ella. Al
parecer fui escuchado.
Mientras
me encontraba en el funeral tuve que contener las lágrimas; aunque no pude
contenerlas al ver que se llevaban el ataúd al cementerio. Nunca me ha gustado
llorar y creo fervientemente que el morir no es el final. Estoy seguro de que
ella está en un lugar mejor. Es muy difícil decir adiós a alguien que no
volverás a ver, pero creo que al menos dentro de nosotros esas personas siguen
viviendo. La muerte es un lugar común para todos y aunque la idea de la
eternidad me perturba… sé que inevitablemente nos volveremos a ver.
Nos
vemos la próxima semana…
Recuerda que del 0-9 se escribe con letra.
ResponderEliminarDel 9 en adelante con número