domingo, 29 de enero de 2012

1. Un regalo olvidado

Una semana es un periodo de tiempo, a mi parecer, muy corto. Así lo he sentido últimamente.Recuerdo cuando era pequeño y las cosas parecían tan grandes, los juegos más divertidos, las sorpresas mucho más increíbles. Ahora todo parece tan simple, tan común, tan terrenal.

Sé que esta introducción podría parecer el pensamiento de una persona que ha perdido el sabor de la vida pero en realidad es todo lo contrario. Siempre he pensado que para apreciar lo bueno debemos conocer lo malo por lo que estas líneas serían más bien una reflexión a las cosas que a lo largo de los años vamos perdiendo.

A lo largo de ésta semana he tenido oportunidad de apreciar algunas de esas maravillas que han perdido su valor por causa de la falta de tiempo e interés de la mayoría de las personas que no se detienen a observar lo que se encuentra a su alrededor. No sólo me refiero a mí sino a la mayoría de personas que nos rodean. Podría asegurar que la mayoría de ustedes ni siquiera han notado o han dejado de hacerlo. 


Caminando por la calle con mi novia hace algunos días me di cuenta de lo afortunado que soy por el simple hecho de tener el sentido de la vista. Ésta es una de las cosas que estoy seguro muchos de ustedes, sino es que la mayoría, han dejado de apreciar. Se preguntarán ¿Qué fue lo que me hizo reflexionar acerca de esto? La respuesta es, a mi parecer más simple de lo que parece. 


Como decía en líneas anteriores... Mientras recorría el camino usual entre la casa de mi suegra y Chedraui  levanté la vista hacia el cielo y noté uno de los atardeceres más espectaculares que he visto a lo largo de lo mi corta vida. Mientras miraba fijamente la exquisita combinación de tonalidades que podía observar, le comenté a mi novia lo maravilloso que me parecía éste espectáculo y su respuesta me hizo pensar que no todas las personas están acostumbradas a detenerse o simplemente a levantar la vista para apreciar estos detalles que podrían parecer insignificantes pero que en realidad son regalos que no todos tenemos la oportunidad de apreciar.

En el metro camino a casa continué pensando en todo lo ocurrido tan sólo unas pocas horas antes.  Siempre he pensado que no existen coincidencias pero posiblemente pueden darse muy rara vez en nuestra vida. Algunas estaciones antes de llegar a mi hogar entró una persona ciega acompañada de su perro lazarillo. Me pareció que ya había visto antes a esta persona y si mi memoria no me fallaba había sido más de una vez pero ésta vez fue diferente. Al ver sus ojos incapaces de ver la luz del día sentí una profunda tristeza. Muy pocos de nosotros apreciamos de éste obsequio que Dios nos ha dado y he llegado a la conclusión de que el problema no es que no lo apreciemos sino que estamos tan acostumbrados a ésto que no nos parece que deberíamos apreciarlo.


Ésta semana he aprendido a ver lo afortunado que soy por las cosas que poseo y también por las que me faltan y gracias a Dios he aprendido a apreciar uno de los muchos regalos que hemos olvidado. 

Nos vemos la próxima semana…