Me encuentro sentado en un autobús. Voy de regreso a la
ciudad después de un fin de semana con mi familia en el estado de Veracruz.
Mientras espero impacientemente llegar a mi destino reflexiono sobre las cosas
que sucedieron durante la semana, la cual una vez más pasó demasiado rápido.
Es domingo por la noche y la ciudad a lo lejos se ve
iluminada y hermosa. Es increíble la manera en que las luces iluminan
el cielo nocturno. A kilómetros de distancia puede notarse que nos acercamos a
la urbe. Observando este espectáculo, me detengo una vez más a reflexionar en
los sucesos de esta semana, aunque los únicos dos que llamaron mi
atención son sumamente superficiales. Me parece que estoy deprimido.
Un rayo parte el cielo en dos. Eso me
hace pensar en lo pequeños y frágiles que somos, y me hace recordar uno de
esos acontecimientos que hicieron que mi semana no pasara como cualquier otra.
Durante la semana me encontré observando el cielo, situación
que sucede cada vez más seguido. De pronto me llamó la atención el tamaño de
las nubes de tormenta que se apreciaban a lo lejos en el horizonte. Me pregunté
qué le está sucediendo a nuestro mundo.
Los fenómenos meteorológicos se
presentan cada vez de forma más agresiva y en escalas mucho mayores a las que
se presentaban. Nunca había visto unas nubes de ese tamaño.
Reflexionando en este fenómeno del clima que presencie
durante la semana, comienzo a analizar la situación de nuestro planeta y en la manera en
la que estamos deteriorándolo. Recuerdo un documento que leí en mi clase de desarrollo
sustentable que hablaba de la forma en que el ser humano ha utilizado los
recursos de nuestro planeta de forma irresponsable y desmesurada y, a
mi parecer, las consecuencias de nuestra irreverencia están presentándose de
forma cada vez más rápida. El documento terminaba con una frase que
me pareció muy real:
“Sólo después de que el último árbol sea cortado, el
último río sea envenenado, el último pez sea apresado. Sólo entonces sabrás que
el dinero no se puede comer”.
El dinero no se puede comer. Las grandes empresas se preocupan por
colocarse a la cabeza del mercado con sus productos. Las grandes fábricas están
muy preocupadas por tener los procesos productivos más baratos y eficientes del
planeta. Vivimos preocupadas por obtener estos productos lo más
pronto posible completando el ciclo del consumismo esperado por las grandes
empresas.
¿En qué terminará toda esta
situación?. El temor me invade al pensar que será demasiado tarde cuando
intentemos hacer algo. La tierra se deteriora a pasos agigantados. Solamente espero
que ésta moda de la ecología no sea un truco de mercado y que de verdad surja en
nosotros una conciencia más amigable con nuestro medio ambiente, ya que si no lo
hacemos quién sabe qué podrá pasar.
Nos vemos la próxima semana…
¡Qué diferencia! Se lee muy bien ahora. Cuidado con los demostrativos. Ahora no llevan acento ortográfico. Los adjetivos demostrativos nunca lo han llevado, solo los pronombres. Aquí tiene usted dos adjetivos demostrativos con tilde, en el penúltimo y el último párrafos. También sobra el punto [.] después de la primera proposición del último párrafo. ¡Adelante!
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